COMBATE TOTAL

Alejandro Gregori
6 min readJan 27, 2022

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Combate Total es una serie de afirmaciones habilitantes que buscan promover un movimiento creador. Son afirmaciones que buscan desarrollar una actitud firme. Una actitud que nos permita hacer. ¿Qué hacer? El hacer que vos quieras. ¿Cualquier hacer? Solo uno en particular: ese en el que seas vos mismo.

Combate Total va a fondo, sin peros. La idea es desatar los perros del entusiasmo. Nada de poner un piecito, pispear o calcular, nada de palabra cuidada. Seguro ya probaste con todo eso y no funcionó. Ya intentaste con la meditación, con encender un incienso, prepararte un café junto a un jarrón de frutas. Ya probaste poniendo música, comprándote los auriculares noise cancelling, y subiendo la foto de ese cuaderno tan bonito que te regalaron. Y todo eso no funcionó. Suficientes juguetes. Suficientes consideraciones. Ahora es el momento de hacer olas. De generar movimiento. De crear nuevos y mejores problemas que reemplacen a los viejos y pobres problemas. Ahora es el momento de armarnos de valor y accionar.

Jeff Bezos (creador de Amazon) en su oficina en 1999. Si Amazon se creó en una oficina así, ¿hace falta algo mucho mejor?

¿Qué hacer?

Al comienzo no está muy claro qué queremos hacer. Un error común es creer que tenemos que saber qué queremos para poder comenzar. El que así piensa comienza indagando. Habla con amigos, con otros que no son tan amigos, quiere saber la opinión de todo el mundo. Le da vueltas al asunto, tantas vueltas que sale mareado.

La clave está en aceptar que se comienza sin saber qué hacer. La tentación será querer saber, pero tenés que desarrollar una actitud férrea para no permitir que el no-saber se interponga en el camino. El saber es paralizante. No te hace falta estudiar ni aprender nada para poder realizar tu obra. De hecho Gautama Buddha no tenía ningún libro donde investigar y fue Buddha, o sea, fue él mismo.

La voluntad de saber lo primero que quiere hacer es arrancar estudiando todas las opciones. Quiere conocer bien, definir con exactitud el problema. Va y lee, busca averiguar qué hicieron otros. Investiga en Internet si a los demás les pasa lo mismo. Se pone a bajar toda la literatura posible, se responde desde otros. Hace una introspección profunda metiéndose lo más adentro posible creyendo que va a salir de ahí con una claridad absoluta de qué es lo que quiere hacer. Piensa, equivocadamente, que habrá un momento de revelación. Aha! Ahora sí! Una iluminación que le diga qué es lo que tiene que hacer. Nadie nunca sabe del todo qué hacer. El qué hacer se va descubriendo a medida que uno va haciendo. Una nota define a la siguiente. Se reconoce cierta excitación. Obsérvese que dije excitación y no un saber. Porque la pista sobre qué hacer está en aquello que nos excita. En eso que nos calienta, que nos la pone dura. En esa sensación de querer gritar, de estar tan enganchados como para no querer ir al baño para no perder el tiempo. De querer llegar primeros para aprovecharlo todo, de querer repetir. Ahí, donde hay excitación, vibración, electricidad, hay algo. Por ahí es donde está el comienzo.

Nadie sabe qué debés hacer. Esta es otra premisa. Se cree que puede haber alguien que sabe, pero no lo hay. Ni el más especialista tiene mejor información sobre qué nos conviene. Incluso los que tuvieron éxito no saben lo que los llevó ahí. Puede tengan un relato de lo que ellos creen los llevó a lograr lo que querían, pero son explicaciones inventadas luego de los hechos. Tampoco un padre, ni siquiera nuestra analista sabe algo de nosotros. Vas al psicólogo y crees que tiene la respuesta a tu problema. ¿Vos qué harías?, tenés la tentación de preguntarle. No sabe. Nadie sabe cuál es el próximo paso, hacia dónde ir, qué dirección tomar. Todos estamos acá más o menos en la misma condición. Es en ese desconocimiento que tenés que arriesgar, hacer tu apuesta.

El que quiere saber comienza un camino de introspección que lo arruina. Avanza para atrás. Quiere escuchar una voz interna que le indique la verdad última. Muchas veces esto no es más que un montón de síntoma para ocultar que no hay nada. Cuanto más revestido en grandes planes, titulares importantes, objetivos altisonantes, posiblemente más nada haya. Esa gran obra que no se puede realizar por una supuesta falta de voluntad, por procrastinar. Que produce una lucha atascada, que si pudiera levantar -se cree- entonces aparecería la obra. En realidad pareciera estar ahí para ocultar que hay nada. Todo ese síntoma enorme es un revestimiento. No hay nada, no hay idea, no hay obra, no hay nada debajo. Justamente por eso hay mucho síntoma: para tapar la falta.

Distintas personificaciones del chamán. https://en.wikipedia.org/wiki/Shamanism

Me agradan las historias de chamanes, pitonisas, de todos esos personajes que hablan de forma oracular. Lo que me atrae es que, sin poseer un saber, algo resuena en uno. Quienes se acercan a ellos en busca de una respuesta seguro creen que sí la tienen. Sin embargo, ese saber no está en la voz que enuncia, sino en el oyente. La fuerza del saber está en la interpretación. Por supuesto que lo que dice el Tarot, el I Ching, la pitonisa o el chamán, tiene valor de verdad en aquellas personas que lo creen firmemente. Tiene que haber una predisposición a creer para que se recree esa sensación de verdad. Visto así sus enunciaciones son creídas por quienes particularmente están todavía gobernados por el Otro, ese otro con mayúscula -término utilizado por el psicoanálisis que hace referencia a una alteridad en la que creemos. Una alteridad que hemos introyectado y que contendría valor de verdad, aunque en ella no seamos nosotros mismos. La paradoja es que esa verdad no es propia, aunque la reproduzcamos. Tampoco es que esa alteridad nos haya sido impuesta, versión que los sujetos que tienden a la paranoia o los que todavía no han logrado desarrollar una visión de responsabilidad de ser uno mismo gustan de adoptar. La respuesta oracular contenida en la voz del chamán, de la pitonisa, de nuestro analista, o en el diálogo con un amigo o que aparece en una película que hayamos mirado, está en uno. Lo que dice solo lo podemos escuchar nosotros. El mensaje, la respuesta que oímos, es creación propia, y no estaba antes cifrada en el discurso. Si nos relacionamos con lo oracular es para que en ese mensaje ininteligible aparezca algo nuevo que solo nosotros podemos escuchar y desarrollar. No como una aproximación a alguien que tiene la verdad, sino para estar en contacto con lo desconocido y que eso produzca un efecto creativo.

Entonces, ¿qué hacer? No se sabe. Es cuestión de aprender a convivir con ese no-saber. Cuanto más tiempo uno pueda convivir en esa ignorancia, cuantas más posibilidades se generan. La intolerancia para convivir en el caos que genera la ignorancia puede llevar a precipitarnos. A querer salir rápido del sufrimiento que genera el no saber eligiendo lo primero que se nos aparezca. Para aliviarnos del malestar que implica estar en esa situación, pero eligiendo algo que es un remedio pasajero. Que fue elegido para sacarnos de la incomodidad en lugar de ser una elección sentida. Lo cual nos limita. Cuanto más pasa uno en la ignorancia, más se abren posibilidades, y aparecen diferentes alternativas mucho más ricas. Hay que resistirse a la seguridad de atrapar uno y en cambio dejar que vuelen cien. Es en esa proliferación confusa que va ir apareciendo el qué hacer sentido.

Las grandes épocas de nuestra vida son aquellas en que nos armamos de valor y rebautizamos el mal que hay en nosotros llamándolo nuestro mejor bien.

Más allá del bien y del mal — Friedrich Nietzsche

Fuerte es aquel que logra adentrarse en el bosque del caos. Capaz de quedarse el tiempo suficiente en la oscuridad como para que los ojos se habitúen y puedan ver. Como cuando uno está debajo del agua aguantando la respiración. Vas a querer salir rápido, pero es un reflejo. Esa ansiedad es un acto reflejo, es el sentimiento de querer tomar algo y salir corriendo con lo primero que aparece. Sin embargo, si resistís la tentación vas a poder hallar algo más interesante. No algo que ya conocías, sino algo nuevo, algo que desarrolla para adelante, no que va hacia la historia.

¿Cómo lo sabré?, uno se pregunta. Confiá. Lo vas a saber, pero en actos, y posiblemente después de que estos ocurran. Tal vez mucho después, cuando te sorprendas de lo que hiciste. Que haya sorpresa es un buen signo, quiere decir que apareció algo del orden de lo desconocido. Entonces ahora es momento de empezar con nada. De empezar sin saber.

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